Comunicación visual y arte digital
Jorge R. Bermúdez
El nuevo humanismo a que se aboca el profesional de la comunicación por la incidencia creciente de la ciencia, la técnica y el arte en los medios de comunicación y su protagonismo en la definición y caracterización de la cultura visual presente y futura, también obliga a retomar la memoria, la historia y, en particular, la de los medios. Para Enric Satué, cada etapa histórico-cultural logró articular su propia sistemática para informar, persuadir o convencer, de acuerdo con el dominio tecnológico correspondiente y con las dimensiones y complejidades de sus respectivas masas receptoras. Sólo ahora podemos comprender que períodos tan ilustres como el Renacimiento italiano, por solo citar un caso, tenía por núcleo dimanador de su resplandor artístico la cautelosa como racional actividad científica, proyectual y comunicativa de sus exponentes más representativos. Leonardo llegó a la pintura por la experimentación y la actividad de proyecto, y él mismo fue un consumado ingeniero e inventor. Durero fue ante todo gráfico, Mantegna diseñó naipes y carteles, Cranach concibió historietas ilustradas para propagandizar a favor de Lutero. La perspectiva fue al Renacimiento lo que la realidad virtual a nuestra época. Las especies, las drogas; la peste, el sida; los viajes de descubrimiento, la carrera espacial. En tanto, Cuba propiciaba el primer eslogan publicitario de la postmodernidad: «Ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron».
Desde los más remotos tiempos, el arte se ha valido de las más disímiles herramientas y técnicas para plasmar sus mensajes. El cuadro de caballete (con soporte de lienzo) y la técnica del óleo, por solo citar el último y más trascendente cambio, se identifican con el desarrollo social, científico y técnico de los inicios de la modernidad. Esta técnica y soporte no han variado en lo sustancial en cinco siglos; y aunque nunca se ha cuantificado, puede aseverarse que la mayor parte de las obras pictóricas hechas desde entonces hasta la fecha tienen en su ficha técnica óleo sobre lienzo. Ha tenido que iniciarse un nuevo Renacimiento, esto es, una nueva concepción del hombre y del mundo, a la que también le asisten una nueva revolución científica y tecnológica, para que el arte se abra paso y se encauce por derroteros más novedosos, por inéditos, desde el punto de vista del utillaje y los soportes a utilizar. Estos hechos, sin duda, le permitirán a las artes enriquecer sus lenguajes en correspondencia con la complejidad y variedad crecientes de la nueva realidad a expresar. Un nuevo firmamento visual se abre paso. En el plano nacional e internacional, los artistas cada vez más tantean los ámbitos cibernéticos, frecuentan el ciberespacio. Dicho en términos más llanos, cambian pinceles por ratón, lienzo por pantalla y pinturas por dígitos binarios.
También el absurdo como habitual contraste entre arte y comunicación empieza a superarse. Para una comprensión más integral y moderna de los grandes procesos estético-comunicativos de la sociedad humana, es ya improcedente un arte desligado de la comunicación y una comunicación aislada del arte. Unidos desde los inicios de la humanidad, todo lo que a partir del Renacimiento se desligó y desnaturalizó a imperativos del desarrollo social y de la naciente economía de mercado, hoy, por razones parecidas, pero a un mayor nivel científico, técnico y comunicativo, se liga y naturaliza como actividad de creación afín a comunicadores, artistas, técnicos y operarios. El trabajo multidisciplinario, el alto grado de especialización de cada uno de los profesionales que intervienen en la creación de un producto comunicativo dado y su posterior masificación por el medio elegido al efecto, no desdicen su condición de ser, a una vez, arte, ciencia y técnica, independientemente de que su función como mensaje se manifieste en la promoción directa de los bienes de consumo y producción o en la información y el entretenimiento. Acaso, ¿lo que Moles ha dado en llamar "opulencia comunicacional" es una nueva Antigüedad, antesala como la primera de otro humanismo, que nos llevaría a superar el concepto macluhaniano de "aldea global" o el más moderno de los ecólogos de "la nave espacial Tierra"? Sea cual fuere el resultado, lo cierto es que el esclarecimiento de la naturaleza de la cultura de nuestra época, marcada como está por el desarrollo de los medios de comunicación, permite, como nunca antes, el esclarecimiento de la función social del artista y del comunicador visual y, por extensión, el de la precedencia de su actuar en la sociedad humana desde las primeras formas de escritura hasta el arte digital.
Presenciamos a un grado más alto de desarrollo otro momento del llamado "eterno retorno". Umberto Eco plantea que no puede prescindirse de leer libros para aprender a utilizar el ordenador. Frutiger habla de los tipos digitalizados de los ordenadores como de una nueva escritura cuneiforme. Mientras todo ya parece indicar que los antecedentes del arte digital no están en el propio proceso de desarrollo de la galaxia Gate, sino en algunas tendencias del arte de vanguardia de los sesenta. Es decir, en algunas de las propuestas experimentales más interesadas en expresarse por el cambiante movimiento de las formas y los colores, de manera ilusoria en el op art y pop art, y de manera real en el denominado «arte cinético». En fin, que el hombre no puede escapar de la memoria. A esta noción se aviene la historia de los medios. ¿A qué estudiante no le interesa la historia de la fotografía o la del cine? Tanto una como la otra, desde Niepce hasta Spielberg, bien puede permitirnos un nuevo acercamiento a la historia. Todo depende de la cultura y proyección humanística del profesor llamado a impartir la asignatura. El programa es el profesor.
Si la historia del libro impreso nos retrotrae hasta el siglo XV, la de las primeras formas de escritura hasta los albores mismos de la humanidad. De igual riqueza e interés son las relaciones a establecer internamente en un tema histórico dado. En un primer nivel de análisis, la gráfica de comunicación del siglo XIX europeo, por ejemplo, nos permite relacionar, tanto por la morfología como por su carácter expresivo, el eclecticismo arquitectónico y el caos tipográfico de la época y, en un segundo nivel, el surgimiento de los tipos de palo seco con el desarrollo de la urbe industrial y la publicidad, así como con la imagen de identidad de los nuevos productos industriales. El mismo día de la clase o una semana después, el alumno verá uno o más filmes en los cuales ya podrá reconocer, con sentido histórico y desde una perspectiva de contemporaneidad, algunas de las familias tipográficas, estilos arquitectónicos y diseños estudiados. Con la televisión puede ocurrirle otro tanto, o al hojear una revista u observar un anuncio publicitario. La dinámica visual de nuestra época, por vía de los medios de comunicación de masas, sin duda, es la mejor base material de la disciplina. A lo que se suma el hecho cierto de que el hombre es fundamentalmente visual. Lo nuevo de la historia de los medios está en la vigencia y actualidad de los medios que historia.
En esta perspectiva también obra su interés de hacer ver en lo posible el «todo» del diseño. Entre otras razones, porque el comunicador visual y, por consiguiente, todo comunicador, se desarrolla y perfecciona como un hábil consumidor de cultura. Él deviene heredero primero de todo el legado visual de la historia del arte y del diseño. El artista «puro» es la fuente de sus propios mensajes, el diseñador gráfico, no. El primero puede crear en cualquier parte, el segundo sólo puede hacerlo en relación directa con los requerimientos de orden tecnológico, económico y comunicativo del mensaje que asume. De ahí que su grado de culturización visual esté en un primer orden de prioridades en su formación. Lo que en buena medida determinará en la adecuada elección de los elementos conformadores del mensaje, etapa primera y esencial de toda actividad de proyecto. Todo le sirve, menos el desinterés.
Si el comunicador visual se presenta como uno de los intérpretes de la prefiguración del futuro, es de comprender que debe de conocer tanto la naturaleza social, moral y estética de su cultura pasada como la de la cultura universal. Su precedencia secular como pintor de grutas, ilustrador de manuscritos, impresor, diseñador y, por último, comunicador, constituyen hitos desde los cuales atisbar las claves de la nueva humanidad a la que se aboca cada vez más como profesional y creador. De ahí la importancia en su formación de una visión propia de la historia, sobre todo, cuando el nuevo Renacimiento del que hablábamos al inicio parece cada vez más perfilarse desde esa suerte de paganismo postmoderno, la tecnolatría.
Justamente, uno de los riesgos que tiene la supuesta neutralidad tecnológica es hacernos olvidar los rasgos que perfilan nuestra identidad en términos expresivos y estéticos, que es como decir históricos. ¿De qué sirven los menús tipográficos de las computadoras, si el profesional llamado a seleccionar un tipo de letra acorde con el carácter del mensaje que se propone codificar no tiene la requerida formación para ello? Este hecho, sin duda, se hace aún más preocupante cuando constatamos que esta falta de profesionalismo generalmente apunta a la domesticación tecnológica, lo que, a todas luces implica, entre otras cosas, que la mediocridad esté en relación directa con la falta de identidad, o sea, con la carencia de una cultura visual tan personal como representativa de los rasgos culturales que posee en común por la herencia. Si, por una parte, es imprescindible para la formación del diseñador gráfico dibujar letras, sentir cómo el pulso aprehende los rasgos de sus estructuras íntimas, para luego comprender el verdadero carácter de éstas a la hora de seleccionarlas en la computadora, por otra, igualmente lo es, que posea una visión propia de la historia en general y de los medios en particular, que le dé a la imaginación su propio estado y promueva su desarrollo. De lo contrario, la computadora se le impondrá.
Hoy como ayer, para el verdadero profesional de la comunicación visual, primero es el conocimiento, el concepto, después la tecnología. Si a la computadora no se llega con una verdadera cultura humanística, prevalecerá ésta sobre el diseñador y, por consiguiente, sobre el diseño. Es decir, prevalecerá el tecnicismo o el uso indiscriminado de las posibilidades tecnológicas, en ambos casos fermento de la mediocridad. Asimismo, por ese camino, haremos del comunicador visual un técnico en computación y al técnico en computación lo elevaremos a la categoría de comunicador visual. Hecho este último, que ha devenido causa de la mayor corrupción profesional dentro del ámbito gráfico de cualquier nación recién incorporada a esta tecnología. Ahora, al igual que en los tiempos primeros de la imprenta, con los tipos movibles, son más los que juegan con el ratón que los que saben cuando un mensaje dado lleva una determinada familia tipográfica, o cuando ésta va con sombra o efectos de volumen, y cuando no. Diseño se ha hecho siempre, bueno y malo, porque siempre ha habido medios de comunicación. Lo que es privativo de nuestra modernidad, son los medios de comunicación de masas. La computadora es la herramienta, no la idea. Manejarla, y manejarla bien, es requerimiento de la época. Como toda buena herramienta, ahorra tiempo y trabajo; mas, la idea, el concepto, es lo que determina el resultado final. A dominar la computadora se llega por el conocimiento instrumental aun cuando a muchos les interesa crear una aureola de misterio en torno a su manipulación, a la idea, con el verdadero conocimiento, con la creación. Con la computadora, el acto de crear se hace más tangible y activo, porque transcurre casi en paralelismo con el de pensar y expresarse, reduciendo al mínimo cualquier autorrepresión inconsciente derivada de la complejidad de plasmación de la idea. A lo que no menos contribuye el constante «acabado final» de ésta. En una palabra, la computadora lo tiene todo, menos el chip de la creación. Sigue en pie la máxima pitagórica: «El hombre es la medida de todas las cosas». Y más, cuando estas «cosas» son creadas por él. Quién se sienta frente a una computadora sin ideas propias, jamás sacará nada de ella verdaderamente original, propio. A lo sumo, hará uso y abuso de sus recursos tecnológicos: manejo indiscriminado de tipografías, sombras, texturas, transparencias, rebatimientos, etcétera. Sin embargo, el camino es otro, el de la destecnologización y profesionalización de la persona que la opera. Es decir: pensar y actuar en función de un uso más racional y profesional de las tecnologías, en las que no prevalezcan las apologías de efectos, sino de buenos conceptos. Sólo de una culturización verdaderamente humanística resultará un mejor diseño y un mayor compromiso del comunicador con su cultura y sociedad. Interés este último, a cuyo favor debemos resaltar dos aspectos de un mismo hecho histórico y cultural: la gráfica es la manifestación básica del diseño de comunicación visual moderno y expresión primera de la cultura visual americana de todos los tiempos. También Latinoamérica es la primera sociedad de sociedades en formación, en llegar a un proceso de maduración y síntesis de sus respectivas identidades nacionales en una identidad superior. Como antaño, por la cultura empiezan a manifestarse nuestras formas más viables de resistencia e integración. Nuestro firmamento visual será más nuestro, cuanto más comparta los rasgos culturales que poseemos en común por la herencia. La historia del arte y la comunicación como un todo puede llegar a ser parte significativa de este empeño en lo referente a la docencia y, por consiguiente, contribuir no sólo a una formación más integral de los comunicadores y artistas, sino también a crear los fundamentos de la nueva imagen que de América recoja el mundo como propia.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del autor, 2000; título del texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número 36, de diciembre de 2000, La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000kjl/u36di/11bermudez.htm
Dr. Jorge R. Bermúdez Presidente de la Cátedra de Gráfica Conrado W. Massaguer de la Universidad de La Habana. Profesor de Arte y Comunicación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna, Tenerife, España.
El nuevo humanismo a que se aboca el profesional de la comunicación por la incidencia creciente de la ciencia, la técnica y el arte en los medios de comunicación y su protagonismo en la definición y caracterización de la cultura visual presente y futura, también obliga a retomar la memoria, la historia y, en particular, la de los medios. Para Enric Satué, cada etapa histórico-cultural logró articular su propia sistemática para informar, persuadir o convencer, de acuerdo con el dominio tecnológico correspondiente y con las dimensiones y complejidades de sus respectivas masas receptoras. Sólo ahora podemos comprender que períodos tan ilustres como el Renacimiento italiano, por solo citar un caso, tenía por núcleo dimanador de su resplandor artístico la cautelosa como racional actividad científica, proyectual y comunicativa de sus exponentes más representativos. Leonardo llegó a la pintura por la experimentación y la actividad de proyecto, y él mismo fue un consumado ingeniero e inventor. Durero fue ante todo gráfico, Mantegna diseñó naipes y carteles, Cranach concibió historietas ilustradas para propagandizar a favor de Lutero. La perspectiva fue al Renacimiento lo que la realidad virtual a nuestra época. Las especies, las drogas; la peste, el sida; los viajes de descubrimiento, la carrera espacial. En tanto, Cuba propiciaba el primer eslogan publicitario de la postmodernidad: «Ésta es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron».
Desde los más remotos tiempos, el arte se ha valido de las más disímiles herramientas y técnicas para plasmar sus mensajes. El cuadro de caballete (con soporte de lienzo) y la técnica del óleo, por solo citar el último y más trascendente cambio, se identifican con el desarrollo social, científico y técnico de los inicios de la modernidad. Esta técnica y soporte no han variado en lo sustancial en cinco siglos; y aunque nunca se ha cuantificado, puede aseverarse que la mayor parte de las obras pictóricas hechas desde entonces hasta la fecha tienen en su ficha técnica óleo sobre lienzo. Ha tenido que iniciarse un nuevo Renacimiento, esto es, una nueva concepción del hombre y del mundo, a la que también le asisten una nueva revolución científica y tecnológica, para que el arte se abra paso y se encauce por derroteros más novedosos, por inéditos, desde el punto de vista del utillaje y los soportes a utilizar. Estos hechos, sin duda, le permitirán a las artes enriquecer sus lenguajes en correspondencia con la complejidad y variedad crecientes de la nueva realidad a expresar. Un nuevo firmamento visual se abre paso. En el plano nacional e internacional, los artistas cada vez más tantean los ámbitos cibernéticos, frecuentan el ciberespacio. Dicho en términos más llanos, cambian pinceles por ratón, lienzo por pantalla y pinturas por dígitos binarios.
También el absurdo como habitual contraste entre arte y comunicación empieza a superarse. Para una comprensión más integral y moderna de los grandes procesos estético-comunicativos de la sociedad humana, es ya improcedente un arte desligado de la comunicación y una comunicación aislada del arte. Unidos desde los inicios de la humanidad, todo lo que a partir del Renacimiento se desligó y desnaturalizó a imperativos del desarrollo social y de la naciente economía de mercado, hoy, por razones parecidas, pero a un mayor nivel científico, técnico y comunicativo, se liga y naturaliza como actividad de creación afín a comunicadores, artistas, técnicos y operarios. El trabajo multidisciplinario, el alto grado de especialización de cada uno de los profesionales que intervienen en la creación de un producto comunicativo dado y su posterior masificación por el medio elegido al efecto, no desdicen su condición de ser, a una vez, arte, ciencia y técnica, independientemente de que su función como mensaje se manifieste en la promoción directa de los bienes de consumo y producción o en la información y el entretenimiento. Acaso, ¿lo que Moles ha dado en llamar "opulencia comunicacional" es una nueva Antigüedad, antesala como la primera de otro humanismo, que nos llevaría a superar el concepto macluhaniano de "aldea global" o el más moderno de los ecólogos de "la nave espacial Tierra"? Sea cual fuere el resultado, lo cierto es que el esclarecimiento de la naturaleza de la cultura de nuestra época, marcada como está por el desarrollo de los medios de comunicación, permite, como nunca antes, el esclarecimiento de la función social del artista y del comunicador visual y, por extensión, el de la precedencia de su actuar en la sociedad humana desde las primeras formas de escritura hasta el arte digital.
Presenciamos a un grado más alto de desarrollo otro momento del llamado "eterno retorno". Umberto Eco plantea que no puede prescindirse de leer libros para aprender a utilizar el ordenador. Frutiger habla de los tipos digitalizados de los ordenadores como de una nueva escritura cuneiforme. Mientras todo ya parece indicar que los antecedentes del arte digital no están en el propio proceso de desarrollo de la galaxia Gate, sino en algunas tendencias del arte de vanguardia de los sesenta. Es decir, en algunas de las propuestas experimentales más interesadas en expresarse por el cambiante movimiento de las formas y los colores, de manera ilusoria en el op art y pop art, y de manera real en el denominado «arte cinético». En fin, que el hombre no puede escapar de la memoria. A esta noción se aviene la historia de los medios. ¿A qué estudiante no le interesa la historia de la fotografía o la del cine? Tanto una como la otra, desde Niepce hasta Spielberg, bien puede permitirnos un nuevo acercamiento a la historia. Todo depende de la cultura y proyección humanística del profesor llamado a impartir la asignatura. El programa es el profesor.
Si la historia del libro impreso nos retrotrae hasta el siglo XV, la de las primeras formas de escritura hasta los albores mismos de la humanidad. De igual riqueza e interés son las relaciones a establecer internamente en un tema histórico dado. En un primer nivel de análisis, la gráfica de comunicación del siglo XIX europeo, por ejemplo, nos permite relacionar, tanto por la morfología como por su carácter expresivo, el eclecticismo arquitectónico y el caos tipográfico de la época y, en un segundo nivel, el surgimiento de los tipos de palo seco con el desarrollo de la urbe industrial y la publicidad, así como con la imagen de identidad de los nuevos productos industriales. El mismo día de la clase o una semana después, el alumno verá uno o más filmes en los cuales ya podrá reconocer, con sentido histórico y desde una perspectiva de contemporaneidad, algunas de las familias tipográficas, estilos arquitectónicos y diseños estudiados. Con la televisión puede ocurrirle otro tanto, o al hojear una revista u observar un anuncio publicitario. La dinámica visual de nuestra época, por vía de los medios de comunicación de masas, sin duda, es la mejor base material de la disciplina. A lo que se suma el hecho cierto de que el hombre es fundamentalmente visual. Lo nuevo de la historia de los medios está en la vigencia y actualidad de los medios que historia.
En esta perspectiva también obra su interés de hacer ver en lo posible el «todo» del diseño. Entre otras razones, porque el comunicador visual y, por consiguiente, todo comunicador, se desarrolla y perfecciona como un hábil consumidor de cultura. Él deviene heredero primero de todo el legado visual de la historia del arte y del diseño. El artista «puro» es la fuente de sus propios mensajes, el diseñador gráfico, no. El primero puede crear en cualquier parte, el segundo sólo puede hacerlo en relación directa con los requerimientos de orden tecnológico, económico y comunicativo del mensaje que asume. De ahí que su grado de culturización visual esté en un primer orden de prioridades en su formación. Lo que en buena medida determinará en la adecuada elección de los elementos conformadores del mensaje, etapa primera y esencial de toda actividad de proyecto. Todo le sirve, menos el desinterés.
Si el comunicador visual se presenta como uno de los intérpretes de la prefiguración del futuro, es de comprender que debe de conocer tanto la naturaleza social, moral y estética de su cultura pasada como la de la cultura universal. Su precedencia secular como pintor de grutas, ilustrador de manuscritos, impresor, diseñador y, por último, comunicador, constituyen hitos desde los cuales atisbar las claves de la nueva humanidad a la que se aboca cada vez más como profesional y creador. De ahí la importancia en su formación de una visión propia de la historia, sobre todo, cuando el nuevo Renacimiento del que hablábamos al inicio parece cada vez más perfilarse desde esa suerte de paganismo postmoderno, la tecnolatría.
Justamente, uno de los riesgos que tiene la supuesta neutralidad tecnológica es hacernos olvidar los rasgos que perfilan nuestra identidad en términos expresivos y estéticos, que es como decir históricos. ¿De qué sirven los menús tipográficos de las computadoras, si el profesional llamado a seleccionar un tipo de letra acorde con el carácter del mensaje que se propone codificar no tiene la requerida formación para ello? Este hecho, sin duda, se hace aún más preocupante cuando constatamos que esta falta de profesionalismo generalmente apunta a la domesticación tecnológica, lo que, a todas luces implica, entre otras cosas, que la mediocridad esté en relación directa con la falta de identidad, o sea, con la carencia de una cultura visual tan personal como representativa de los rasgos culturales que posee en común por la herencia. Si, por una parte, es imprescindible para la formación del diseñador gráfico dibujar letras, sentir cómo el pulso aprehende los rasgos de sus estructuras íntimas, para luego comprender el verdadero carácter de éstas a la hora de seleccionarlas en la computadora, por otra, igualmente lo es, que posea una visión propia de la historia en general y de los medios en particular, que le dé a la imaginación su propio estado y promueva su desarrollo. De lo contrario, la computadora se le impondrá.
Hoy como ayer, para el verdadero profesional de la comunicación visual, primero es el conocimiento, el concepto, después la tecnología. Si a la computadora no se llega con una verdadera cultura humanística, prevalecerá ésta sobre el diseñador y, por consiguiente, sobre el diseño. Es decir, prevalecerá el tecnicismo o el uso indiscriminado de las posibilidades tecnológicas, en ambos casos fermento de la mediocridad. Asimismo, por ese camino, haremos del comunicador visual un técnico en computación y al técnico en computación lo elevaremos a la categoría de comunicador visual. Hecho este último, que ha devenido causa de la mayor corrupción profesional dentro del ámbito gráfico de cualquier nación recién incorporada a esta tecnología. Ahora, al igual que en los tiempos primeros de la imprenta, con los tipos movibles, son más los que juegan con el ratón que los que saben cuando un mensaje dado lleva una determinada familia tipográfica, o cuando ésta va con sombra o efectos de volumen, y cuando no. Diseño se ha hecho siempre, bueno y malo, porque siempre ha habido medios de comunicación. Lo que es privativo de nuestra modernidad, son los medios de comunicación de masas. La computadora es la herramienta, no la idea. Manejarla, y manejarla bien, es requerimiento de la época. Como toda buena herramienta, ahorra tiempo y trabajo; mas, la idea, el concepto, es lo que determina el resultado final. A dominar la computadora se llega por el conocimiento instrumental aun cuando a muchos les interesa crear una aureola de misterio en torno a su manipulación, a la idea, con el verdadero conocimiento, con la creación. Con la computadora, el acto de crear se hace más tangible y activo, porque transcurre casi en paralelismo con el de pensar y expresarse, reduciendo al mínimo cualquier autorrepresión inconsciente derivada de la complejidad de plasmación de la idea. A lo que no menos contribuye el constante «acabado final» de ésta. En una palabra, la computadora lo tiene todo, menos el chip de la creación. Sigue en pie la máxima pitagórica: «El hombre es la medida de todas las cosas». Y más, cuando estas «cosas» son creadas por él. Quién se sienta frente a una computadora sin ideas propias, jamás sacará nada de ella verdaderamente original, propio. A lo sumo, hará uso y abuso de sus recursos tecnológicos: manejo indiscriminado de tipografías, sombras, texturas, transparencias, rebatimientos, etcétera. Sin embargo, el camino es otro, el de la destecnologización y profesionalización de la persona que la opera. Es decir: pensar y actuar en función de un uso más racional y profesional de las tecnologías, en las que no prevalezcan las apologías de efectos, sino de buenos conceptos. Sólo de una culturización verdaderamente humanística resultará un mejor diseño y un mayor compromiso del comunicador con su cultura y sociedad. Interés este último, a cuyo favor debemos resaltar dos aspectos de un mismo hecho histórico y cultural: la gráfica es la manifestación básica del diseño de comunicación visual moderno y expresión primera de la cultura visual americana de todos los tiempos. También Latinoamérica es la primera sociedad de sociedades en formación, en llegar a un proceso de maduración y síntesis de sus respectivas identidades nacionales en una identidad superior. Como antaño, por la cultura empiezan a manifestarse nuestras formas más viables de resistencia e integración. Nuestro firmamento visual será más nuestro, cuanto más comparta los rasgos culturales que poseemos en común por la herencia. La historia del arte y la comunicación como un todo puede llegar a ser parte significativa de este empeño en lo referente a la docencia y, por consiguiente, contribuir no sólo a una formación más integral de los comunicadores y artistas, sino también a crear los fundamentos de la nueva imagen que de América recoja el mundo como propia.
FORMA DE CITAR ESTE TRABAJO DE LATINA EN BIBLIOGRAFÍAS:
Nombre del autor, 2000; título del texto, en Revista Latina de Comunicación Social, número 36, de diciembre de 2000, La Laguna (Tenerife), en la siguiente dirección electrónica (URL):
http://www.ull.es/publicaciones/latina/aa2000kjl/u36di/11bermudez.htm
Dr. Jorge R. Bermúdez Presidente de la Cátedra de Gráfica Conrado W. Massaguer de la Universidad de La Habana. Profesor de Arte y Comunicación de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna, Tenerife, España.
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